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Bolivia resiste

septiembre 12, 2008

«No pasarán», “los fascistas no van a pasar”, proclamó el ministro de Defensa, Walter San Miguel, ante los ataques de los separatistas contra la legalidad democrática. “Nuestro reconocimiento desde el más alto comandante militar hasta el último soldado de la patria, porque están demostrando que no responden a la provocación, que no han disparado ni van a disparar un arma de fuego; que prefieren a veces, no solamente dar la mejilla, sino sufrir graves vejámenes para demostrarle al boliviano y al mundo entero que los fascistas no van a pasar”.

Los prefectos de los departamentos separatistas de la «media luna» boliviana (Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando), apoyados por civiles armados y para-policías que ellos llaman «comités cívicos», quieren una guerra civil en Bolivia. Rechazaron negociar con Evo tras la victoria de éste en el referéndum revocatorio, al que el mismo Presidente se sometió y ganó con un 67,41% de los votos, un hecho sin precedentes en la historia boliviana. Se negaron también a hablar con diplomáticos de la embajada de Brasil en Bolivia. Lo único que ellos quieren es sangre, como explicó el dirigente cívico Nelson Valdez: “Queremos guerra civil y van a tener guerra civil».

Emboscan y asesinan a indígenas desarmados; invaden, saquean y destruyen instituciones estatales; sabotean gasoductos; obligan a los maestros y a los médicos públicos a trabajar en la clandestinidad porque son víctimas de ataques por parte de las bandas fascistas apoyadas por los prefectos opositores. Campan a sus anchas por las ciudades separatistas, ejerciendo el papel de milicianos de la oposición y atacando a todo aquello que tenga que ver con el gobierno central. 

En Sucre, las fotos de los miembros de la Asamblea Constituyente se exhiben en las paredes bajo el rótulo. «Traidores. Enemigos del Departamento». El diputado indígena Urquizo Cuéllar fue violentamente agredido por «cívicos» el 10 de abril, y mientras le apaleaban les oía decir: «¡Hay que terminar con el indio! Le vamos a cortar la lengua y a sacarle los ojos». 

El 24 de mayo, el Comité Interinstitucional impidió al helicóptero de Evo, que iba a entregar dos ambulancias y dos millones de dólares para proyectos sociales, aterrizar en Sucre. Para evitar un enfrentamiento con los manifestantes, Morales decidió retirar a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Comenzó entonces la «caza de indios». Éstos venían del campo a recibir a Evo. Grupos de Choque de la Unión Juvenil Cruceñista, llegados desde el este del país, se unieron a los manifestantes y, apoyados por vehículos de la alcaldía, persiguieron, capturaron y golpearon a los indígenas. Amenazados de ser lapidados o quemandos vivos, fueron brutalmente empujados hasta la plaza principal. Los desnudaron. Les obligaron a arrodillarse, a tirarse al suelo y a insultar al Presidente. Mientras, los manifestantes gritaban: «¡Sucre de pie! ¡Evo de rodillas!».

Todos estos actos son promovidos y respaldados por las prefecturas de la «media luna» y por la embajada de Estados Unidos en Bolivia. El embajador Philip Goldberg trabajó en Bosnia durante la guerra separatista de los Balcanes, y luego en Kosovo, dónde consolidó la separación e independencia de esa región dejando miles de muertos. Es un experto en hacer lo que está haciendo. Ayer fue expulsado de Bolivia por Evo, quizás demasiado tarde.

Hugo Chávez, en muestra de solidaridad con Bolivia y como respuesta a una conspiración para derrocarle, también expulsó al embajador estadounidense en Venezuela. Opinó que Bush «pretende llenar a América Latina de miseria y violencia, pretende detener la fuerza de los pueblos que se han levantado en paz, desde aquí en Latinoamérica», y le exigió «que respete la soberanía de nuestros pueblos, nuestros gobierno, sólo respeto, no pedimos más nada». Además ofreció apoyar militarmente al Gobierno boliviano, ante la intentona golpista que promueven «el Gobierno de Estados unidos y la oligarquía boliviana».

Ante esas agresiones imperialistas, Evo resiste pacientemente. Lleva dos años denunciando el proceso de golpe y la participación directa de la embajada estadounidense, así como hace 35 años lo hizo Salvador Allende sin que en aquella oportunidad se levantara ninguna acción de respaldo contundente por otros mandatarios de la región.

Pero son otros tiempos. Y es el momento de que la idea de una América unida se materialice en hechos concretos. Chávez ha ofrecido apoyo militar en caso de golpe. Brasil ha advertido que «no tolerará una ruptura del ordenamiento democrático en Bolivia». Chile adoptará medidas diplomáticas, y el gobierno de Argentina ha reiterado «su pleno e incondicional respaldo al gobierno constitucional de Evo Morales ante los graves hechos de violencia y sabotaje terrorista».

Bolivia resiste. La mayoría del Ejército respalda al gobierno electo, al igual que el pueblo y los demás gobiernos suramericanos. Los separatistas vendidos al Norte no tienen nada que hacer, pero siguen buscando el conflicto armado mediante la destrucción y el asesinato. Hasta que a Evo, porque incluso él tiene un límite, se le acabe la paciencia. Porque nadie va a permitir un nuevo 11 de septiembre de 1973, nadie va a dejar que esto acabe como en Chile, con Evo ametrallado y los sueños de Bolivia desangrándose en la arena.